miércoles, 8 de abril de 2009

BUCEO EN AGUAS CÁLIDAS














La claridad de la mañana
reintegra el color de las cosas
para que vuelvan a ser lo que eran:
el agua blanca, el perro negro, la sal blanca
de la laguna, el barro negro de la orilla
en el que dibujo círculos con una rama negra
de la laguna, luz de la mañana, luz
de la mañana inspirando oportunas reflexiones:
antes tenía la cabeza vendada, y ahora no,
tomaba agua clara en vasos de plástico blanco, y ahora no.
¿Y si levanto la cabeza y entrecierro los ojos,
tratando de imitar la cantinela, la cantinela que cantan
en la claridad de la mañana, la luz de la superficie
irá cambiando de forma, ahora con una forma,
ahora con otra forma, siempre y distinta y nunca igual,
para no decir, para no decir lo que no tiene que decir,
lo que está por decir en todo momento y nunca dice?
¿Hacía calor? ¿Había humedad, mosquitos, moscas,
tomaban cerveza o iban a tomar una cerveza, les silbaban
los oídos cuando decidieron acostarse
en un hotel de San Salvador
a transpirar como monos, como esos monos
que chillan en lo alto de la selva?
Dibujo en el barro y el agua
viene y se va, viene y se
va, borrando el dibujo.


Un punto. Son pescadores en su lancha,
mecidos por la corriente lacia de la laguna,
con sus gorras de YPF, las cañas extendidas,
mirando, o advirtiendo el chapotear
de kilómetros de agua, alrededor.

Detrás de una estela que tiembla en el agua
sale la flor solar. Los turistas mirarán el agua,
móvil, harán asado, sus hijos tirarán piedras al agua,
una vez
me senté en una piedra a descansar y perdí contacto,
no figuraba en los lugares donde había figurado.

Caranchos vuelan en círculo. Si uno
decide sumergirse, tiene que traer una linterna especial
para ver los edificios cubiertos por la inundación.
Luz de la mañana. Luz de la mañana.
Y un pez de ojos ciegos en el agua ciega de la laguna.

¿Es eso lo que estabas
tratando de decir, con el ventilador
zumbando en la siesta mediterránea y el vecino
afinando el dial de su radio, manoteando, boqueando,
aferrado al plástico debajo de las sábanas?

Antes creía en la reencarnación, dormía en sábanas
blancas, me reía mirando la luz, y ahora
vivo con un gato en el borde del mundo.
Cada tanto pestañeo. No puedo estar sin ver
el agua blanca de la laguna. Una vez buceamos
en el agua blanca de la laguna. Y todo estaba como quedó:
la vajilla en su lugar, la ropa en su lugar,
un diario ondulado por la corriente.
Luz de la mañana, luz
de la mañana.
Una vez, miré hacia arriba y vi
los pies de unos chicos sacudiéndose
para mantenerse a flote. Algunos se dejaban
caer, se hundían largando burbujas de la boca,
volvían a patalear para subir. Braceaban como ranas,
como larvas entre las casas inundadas,
a la hora en que los peces nadan en el hotel abandonado,
a la hora de acostar a los chicos,
el agua erosionando las esquinas,
peces entre estatuas, peces saliendo de un zapato.

En la superficie: luz de la mañana,
cantan los pies,
cantan los pies
desde la superficie,
luz de la mañana,
luz de la mañana.
El agua viene, se queda un rato, se va.

Luz de la mañana.
Cantan los pies desde la superficie.
Luz de la mañana.
Luz de la mañana.




Luciano Lamberti



Luciano Lamberti. Poeta argentino. Nació en San Francisco, Provincia de Córdoba, en 1978. Es hijo de carniceros. Desde el año 2004 codirige la editorial cordobesa La Creciente, en la que publicó el libro de relatos Sueños de siesta. Estudia letras y coordina talleres literarios. Vive y trabaja en Córdoba. "San Francisco/Córdoba", de donde fue extraido el texto que presentamos, es su primer libro de poemas publicado (Edit.Funesiana, Bs.As., 2008).



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