No se trata del poema y sí del hombre y su vida
—la mentida, la herida, la consentida
vida, de pronto ganada, de pronto perdida y
otra vez ganada.
No se trata del poema y sí del hambre de vida,
el ávido pulsar entre constelaciones
y paquetes y náuseas.
Algunos viajan, se van a New York, a Santiago
de Chile. Otros se quedan
hasta en la Rua da Alfândega, detrás
de mostradores y ventanillas
Todos te buscan, faro
de vida, oscuro y claro,
que eres más que el agua en el pasto
que el baño de mar, que el beso
en la boca, más
que la pasión en la cama.
Todos te buscan y sólo algunos te encuentran.
Algunos
te encuentran y te pierden.
Otros te encuentran y no te reconocen
y están los que buscándote se pierden
¡oh desatino
oh verdad,
oh hambre
de vida!
El amor es difícil
pero puede brillar en cualquier parte de la ciudad
Y estamos en la ciudad
bajo las nubes y entre aguas azules.
La ciudad. Vista desde lo alto
es fabril e imaginaria, se entrega entera
como si estuviese acabada.
Vista desde lo alto,
como sus barrios y calles y avenidas, la ciudad
es el refugio del hombre, pertenece a todos y a nadie.
Pero vista de cerca,
la ciudad revela su turbio presente, su carnadura
de terror: la gente que va y viene
que sube y baja
que entra y sale y pasa
sin reír, sin hablar, entre gases y pitazos. Ah,
la oscura sangre urbana movida a intereses.
Es gente que pasa sin hablar
y está llena de voces
y ruinas. ¿Eres Francisco?
¿Eres Antonio? ¿Eres Mariana?
¿Dónde ocultaste el verde
resplandor de los días? ¿Dónde
ocultaste la vida
que de tus ojos se borra apenas brota?
Y pasamos cargados de flores sofocadas.
Pero adentro, en el corazón, yo lo sé,
la vida late. Subterráneamente,
la vida late.
En Caracas, en Harlem, en Nueva Deli,
bajo las penas de la ley
en tu pulso,
la vida late.
Y es esa esperanza clandestina
mezclada a la sal del mar,
quien me sustenta
esta tarde,
asomado a la ventana de mi pieza en Ipanema,
en América Latina.
(A luta corporal,1954)
Ferreira Gullar (Brasil, São Luís do Maranhão, 1930)
(Traducción de Santiago Kovadloff)
A VIDA BATENâo se trata do poema e sim do homem e sua vida
— a mentida, a ferida, a consentida
vida, já ganha e já perdida e ganha
outra vez
Nâo se traía do poema e sim da fome de vida,
o sôfrego pulsar entre constelaçôes
e embrulhos, entre engulhos.
Alguns viajam, vâo
a New York, a Santiago
do Chile. Outros ficam
mesmo na Rua da Alfândega, detrás
de balcôes e de guichês.
Todos te buscam, facho
de vida, escuro e claro,
que és mais que a agua na grama,
que o banho no mar, que o beijo
na boca, mais
que a paixâo na cama.
Todos te buscam e só alguns te acham. Alguns
te acham e te perdem.
Outros te acham e nâo te reconhecem
e há os que se perdem por te achar,
ó desatino,
ó verdade, ó fome
de vida!
O amor é difícil
mas pode luzir em qualquer ponto da ci0dade.
E estamos na cidade
sob as nuvens e entre as aguas azuis.
A cidade. Vista do alto
ela é fabril e imaginária, se entrega inteira
como se estivesse pronta.
Vista do alto,
como seus bairros e ruas e avenidas, a cidade
é o refugio do homen, pertence a todos e a ninguém.
Mas vista
de perto,
a cidade revela o sen túrbido presente, sua
carnadura de pânico: as
pessoas que vâo e vem
que sobem e descem
que entram e saem, que passam
sem rir, sem falar, entre apitos e gases, Ah,
o escuro
sangue urbano
movido a juros.
Sâo pessoas que passam sem falar
e estâo cheias de vozes
e ruinas. És Antonio?
És Francisco? És Mariana?
Onde escondeste o verde
clarâo dos días? Onde
escondeste a vida
que em teu olhar se apaga mal se acende?
E passamos
carregados de flores sufocadas.
Mas, dentro, nocoraçâo,
eu sei,
a vida bate. Subterraneamente,
a vida bate.
Em Caracas, no Harlem, em Nova
Deli,
sob as penas da lei,
em teu pulso,
a vida bate.
E é essa clandestina esperança
misturada ao sal do mar,
que me sustenta,
esta tarde,
debruçado à janela de meu quarto em Ipanema,
na América Latina.
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