jueves, 4 de junio de 2009

CUERNAVACA



El linaje de los hombres huele a óleo, aquí abajo, en el monte

de Acuña o en el lago de Pérnaga. Se ven
muy pocas familias sin escudos de armas:
las pocas que no cuentan
con él, se disuelven de a poco
como una mantilla negra se disuelve
al cabo de dos generaciones.
La plaza huele a España, aquella que es mirada
desde el otro lado del Atlántico: mejorada, robusta,
brillante como un dije falso
en una garganta perfumada.
En el mercado negro se consiguen
baratijas electrónicas y colonias
falseadas que en ninguna casa faltan,
he visto en algunas
veladores que giran sus pantallas
al encender las luces
casi ocultos como un libro prohibido.
Aún transitan caballos
por las calles de tierra,
aquellas alejadas
de las villas del centro,
cerca de los criaderos
donde bullen las moscas.
El lugar es horrendo
pero la tradición invierte
esa moldura por un velo de seda:
allí Don Francisco de Soria y Alvarado, almirante de Felipe II,
prometía el amor a las hijas legítimas
mientras el sol anidaba cobrizo entre sus pieles.
En la biblioteca -una reliquia del siglo XVII,
de anaranjadas tejas coloniales y balcones de cedro
tallado por los indígenas en las misiones de los franciscanos-
se guardan mapas
en donde figura el punto exacto de El Dorado,
En aquel lugar,
al sur de Cuernavaca,
se eleva un zoológico de aves al pie de una colina.



(Tomado de Sylvester, Santiago,
Poesía joven del noroeste argentino;
F.N.A., 2008)

Eduardo Carlos Robino



Eduardo Carlos Robino. Poeta argentino. Nació en Salta en 1974. Publicó Certezas cotidianas, en 1998 y Puebla, en 2004. En 2006 publicó dos anticipos, en sendas cartillas, de Los tesoros ingratos, libro de poemas aún inédito. Tiene, además, tres libros de poesía inéditos. Recibió, en 1998, el primer premio de poesía para autor inédito otorgado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta.


No hay comentarios: