viernes, 10 de julio de 2009

CHINA



Hay un momento en que el aire se espesa y la luz cambia,

como si hubieran echado encima otro país, como si otra vida
prestara su halo... y de pronto las estrellas están aquí,
la leche se derrama por los cielos; quienquiera que seas,
te meces, divides, multiplicas,
todo lo que hay tiembla ante tus ojos,
y si el planeta se reduce lentamente, si finalmente el suelo
se estabiliza bajo tus pies y las lenguas que giran
se resuelven en la única frase en el único lugar, sigues caminando
con pies de gigante, sigues cayendo por el aire, sigues hablando
como si una sombra se extendiera por el idioma

o pasa algo así:
un repentino olor a carnicería en la calle
y el pavimento se abre, el cielo se separa,
algo vuelve flotando con tal claridad que te paraliza;
una vieja mañana del pasado, tu mano tendida hacía atrás y cayendo
en la mano de tu madre, unos metros de un brillo extraño,
primero una tienda verde, luego una azul, un reloj que da la hora
encima de tu cabeza y luego desaparece, luego una nebulosa,
el resto de la jornada, irrecuperable. ¿Qué quería eso? Tan sólo decir
que ese momento particular está en su propio carril, en su propio tiempo,
y si vas a caer en él de soslayo, cae alegremente

o estás mirando por la ventana, yendo a ninguna parte,
estás patrullando los jardines de China
y un arbusto abre su espléndida puerta, un determinado
aspecto de la grava, una delicada inclinación del planeta —
Pero qué absurdo haberlo imaginado de otro modo,
haber pensado que nuestros yo abandonados no seguirían sin nosotros,
sin ningún inconveniente, no haber notado
el pequeño ejército que marcha detrás de nosotros, de portal en portal,
en su camino a China, a Lipton's por provisiones.
Podríamos estar allí ahora, holgazaneando en las estrellas,
en una hamaca colgada desde hace días, observando la luz
que nos presta al futuro y a veces nos llama de vuelta
y a veces lava por medio de nosotros todo lo que ha tocado,
un detritus que se instala en nuestros huesos y nos dice
que ya no podemos vivir con la misma simpleza
con que cae la luz en un solo lugar.



Peter Sirr (Irlanda, Waterford, 1960)
(Traducción de Jorge Fondebrider
y Gerardo Gambolini)*
CHINA

There's a moment the air will thicken and the light shift, as if
another country has poured itself in, another Iife
lent its corona and suddenly the stars are here, milk spills
across the heavens; whoever you are ripples, splits, multíplies,
whatever there is flickers before your eyes
and if slowly the planet diminishes, if finally the ground
steadies under your feet and the spinning tongues resolve
into the one sentence in the one place, you'll still walk
with giant feet, still fall through the air, still speak
as if a shadow lengthened across the language

or it will happen like this:
a sudden, butchery odour on the street
and the pavement opens, the sky parts, something
floating back with such clarity it pulls you short:
an old early morning, your hand slipped back and falling
into your mothers, a few yards of strange brightness,
first a green shop, then a blue, a clock striking overhead
and then it's gone, then a blur, the rest of the journey
irrecoverable. What did it want? Nothing more than to say
this particular moment is on its own track, in its own time,
and if you should fall sideways into it, fall gladly

or you are staring out the window, going nowhere,
you are patrolling the gardens of China
and a shrub wíll open its bright door, a certain
aspect of gravel, a tender tilt of the planet —
Yet how foolish to have imagined otherwise, to have thought
our abandoned selves would not go on without us, quite
unconcerned,
not to have noticed the small army marching beside us, on its way
to China, to Lipton's fot groceries, to portal after portal.
We could be there now, loafing on stars, on a hammock
hung from days, watching the light
that lends us to the future and sometimes calls us back
and sometimes washes through us whatever it has touched, a drift
that settles in our bones, that tells us
we can no more live singly than light can fall on one place only.



*SIRR, Peter; PETER STREET & OTROS POEMAS, Bajo la luna, 2008

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