VI
-¡Pobre rubia! Vea usté
Cuánto ha venido a sufrir:
Se le podía decir:
¡Quién te vido y quién te ve!
-Ansí es el mundo, amigaso:
Nada dura, don Laguna,
Hoy nos ríe la fortuna.
Mañana nos da un guascaso.
Las hembras en mi opinión
Train un destino más fiero
Y si quiere, compañero,
Le haré una comparación.
Nace una flor en el suelo,
Una delicia es cada hoja,
Y hasta el rocío la moja
Como un bautismo del cielo.
Allí está ufana la flor,
Linda, fresca y olorosa:
A ella va la mariposa,
A ella vuela el picaflor.
Hasta el viento pasajero
Se prenda al verla tan bella,
Y no pasa por sobre ella
Sin darle un beso prinicro.
¡Lástima causa esa flor
Al verla tan consentida!
Cree que es tan larga su vida
Como fragante su olor.
Nunca vio el rayo que raja
A la renegrida nube,
Ni ve al gusano que sube,
Ni al fuego del sol que baja.
Ningún temor en el seno
De la pobrecita cabe,
Pues que se hamaca, no sabe,
Entre el fuego y el veneno.
Sus tiernas hojas despliega
Sin la menor desconfianza,
Y el gusano ya la alcanza...
Y el sol de las doce llega...
Se va el sol abrasador,
Pasa a otra planta el gusano
Y la tarde encuentra, hermano,
El cadáver de la flor.
Piense en la rubia, cuñao,
Cuando entre flores vivía
Y diga si presumía
Destino tan desgraciao.
Usté que es alcanzador
Afijesé en su memoria
Y diga: ¿es igual la historia
De la rubia y de la flor?
-Se me hace tan parecida
Que ya más no puede ser.
-Y hay más: le falta que ver
A la rubia en la crujida
-¿Qué me cuenta? ¡Desdichada!
-Por última vez se alzó
El lienzo y aparecio
En la cárcel encerrada.
-¿Sabe que yo no colijo
El por qué de la prisión?
-Tanto penar, la razón
Se le jué y mató al hijo.
Ya la habían sentenciao
A muerte, a la pobrecita,
Y en una negra camita
Dormía un sueño alterao.
Y a redoblaba el tambor,
Y el cuadro ajuera formaban
Cuando al calabozo entraban
El Demonio y el Dotor.
-¡Veanló al Diablo si larga
Sus presas así no más!
¿A qué anduvo Satanás
Hasta oír sonar la descarga?
-Esta vez se le chingó
El cuete y ya lo verá..
-Priendalé al cuento, que ya
No lo vuelvo a atajar yo.
-Al dentrar hicieron ruido
Creo que con los cerrojos:
Abrió la rubia los ojos
Y allí contra ella los vido.
La infeliz ya trastornada
A causa de tanta herida,
Se encontraba en la crujida
Sin darse cuenta de nada.
Al ver venir al Dotor
Ya comenzó a disvariar,
Y hasta le quiso cantar
Unas décimas de amor.
La pobrecita soñaba
Con sus antiguos amores,
Y creía mirar sus flores
En los fierros que miraba.
Ella creía que como antes,
Al dir a regar su güerta,
Se encontraría en la puerta
Una caja con diamantes.
Sin ver que en su situación
La caja que la esperaba,
Era la que redoblaba
Antes de la ejecución.
Redepente se afijó
En la cara de Luzbel:
Sin duda al malo vio en él
Porque allí muerta cayó.
Don Fausto al ver tal desgracia
De rodillas cayó al suelo,
Y dentró a pedir al cielo
La recibiese en su gracia.
Allí el hombre arrepentido
De tanto mal que había hecho,
Se daba golpes de pecho
Y lagrimeaba aflijido.
En dos pedazos se abrió
La paré de la crujida
Y no es cosa de esta vida
Lo que allí se apareció.
Y no crea que es historia:
Yo vi entre una nubecita,
La alma de la rubiecita
Que se subía a la gloria.
San Miguel en la ocasión
Vino entre nubes bajando
Con su escudo, y revoliando
Un sable tirabuzón.
Pero el Diablo que miró
El sable aquel y el escudo,
Lo mesmito que un peludo
Bajo la tierra ganó...
(Fragmento de la última parte)
Estanislao del Campo
Estanislao del Campo. Poeta argentino. (Buenos Aires, 1834-1880). Con el seudónimo de Anastasio el Pollo, entró Estanislao del Campo en el mundo de las letras. Su poema gaucho-burlesco Fausto alcanzó casi de inmediato una enorme popularidad, popularidad que ha persistido y aumentado si cabe hasta nuestros días. Su aparición fue saludada por la crítica, y lo que nunca había ocurrido antes en nuestro medio, suscitó una larga polémica entre dos jóvenes talentos que habían de afirmarse más tarde, Pedro Goyena y Eduardo Wilde. La polémica interesante y animadísima derivó hacia conceptos generales de la poesía, pero contribuyó indudablemente a tener a Del Campo y su libro sobre el tapete de la actualidad. Escribió también otras muchas composiciones de diferentes estilos, sin embargo es en la cuerda gauchesca donde da las mejores notas. De humor festivo, tiene una pluma llena de colorido para verter su fácil filosofía campera y fresca imaginación. Es curioso advertir que, no obstante el género escogido, era más bien un hombre de ciudad. Nació en la capital el 7 de febrero de 1834, hijo de padre porteño, don Estanislao del Campo, y madre tucumana, doña Gregoria Luna. Se educó aquí mismo en la Academia Porteña Federal empleándose luego como dependiente de tienda según era costumbre entre los jóvenes de buena familia de esos tiempos. Muy porteño lo vemos en 1852 tomar parte en la defensa de la ciudad cuando el general Lagos le puso sitio. Concluido éste entró a prestar servicio en la aduana. Más tarde fue secretario de la cámara de diputados cuando ya militaba abiertamente en las filas alsinistas, alternando la carrera administrativa con las más animadas acciones de Cepeda y pavón donde se batió con entusiasmo. Llegó así a capitán en 1861. En 1874 es ascendido a teniente coronel saliendo a campaña con motivo de la revolución de ese año. Luego tuvo una corta actuación como diputado nacional y terminando su mandato fue nombrado oficial mayor del Ministerio de Gobierno de la Provincia. Se desempeña en todos estos cargos con escrupulosidad y competencia y toma asimismo parte activa en las luchas políticas, pero sin abandonar la poesía que es sin duda su vocación más íntima. Murió joven aún el 6 de noviembre de 1880 y los mejores poetas de la época, José Hernández y Guido y Spano, pronunciaron conmovedoras oraciones en su tumba. Mereció también fuera del aplauso popular y de la crítica del país, grandes elogios de un crítico español tan severo como Menéndez y Pelayo.
Biografía de tomada del sitio de Justo S. Alarcón, donde se puede leer el FAUSTO completo.
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