Espérame una vez más.
La última.
Mientras andamos
vendrá otra noche asolada, tal vez,
por todo aquello que no supimos evitar.
Dueño aún de los terrores
con que usurpé tu vida
me he convertido humildemente en ellos,
y así me fortalezco
con mil debilidades y un oriente.
Pero no es eso
sino un pasaje
—que de algún modo abarcará sin duda mi existencia-
de doloroso tránsito y secreto sentido
lo que diré.
Nada te me recuerda.
Ningún aroma
de los que ardían en tus labios
me circunda.
Nadie me acerca
ni una fugaz versión
de los dulzores de tu piel.
Nuestras noches
se han perdido en la noche.
Toda la claridad que huía
de tus manos a tus ojos
ya no tendrá regreso.
Y el ademán equívoco
que en la pasión y en la angustia
nos deparó tormento
se remansó en sus viejos cauces.
Y sin embargo
blanca y mortal como una espada
tu ausencia me preside
¿cómo explicarlo?
Fuiste la dura legitimidad de mi fiebre.
Aldo Oliva
Aldo Oliva es uno de los grandes secretos de la poesía argentina. Nació en Rosario en 1927 y murió en la misma ciudad en 2000. Maestro de maestros (Juan José Saer reconoció reiteradas veces su influencia), Oliva publicó su primer libro a los 59 años: "Cesar en Dyrrachium". Luego siguieron "De fascinatione" (1997) y "Ese General Belgrano" (2000) y "Sutura" (2000), luego reunidos junto a inéditos por la Editorial Municipal de Rosario (2003). En todos, la combinación indisoluble de lo alto con lo bajo, de los clásicos con los tangos cantados por Edmundo Rivero, generan una poesía insólita y singular que comienza de a poco a iluminar la producción de los nuevos poetas argentinos. (Sergio Raimondi).
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