Los relojes se paran a la una o a las doce,
tienden sus alas de metal
y caen como alcatraces,
y el hombre no sabe qué hora es la suya,
cuál es el plazo de su palpitación y su amor.
Cuántos relojes he visto, cuántas veces
he ido de prisa a encontrarme con un vacío,
aunque eso no me inquieta mucho
puesto que cualquier tiempo pasado fue peor.
Los relojes suelen tener corazón, pelos y otras cualidades,
suelen también despertarnos de noche y decirnos
que hay un verso impronunciado en la oscuridad.
Asimismo, los relojes de las torres de provincia
entre la niebla parecen un trozo de luna,
y los relojes de bolsillo siempre son reliquias familiares,
y los de pulsera son suizos, extraplanos y muy caros,
pero todos se paran un día a la doce o a la una,
y ya no son nada.
Láminas de los relojes de Nuremberg, relojes de cucú,
relojes de arena con su rutina artesanal,
relojes de búho que mueven los ojos a izquierda y derecha,
relojes de anillo, de guardapelo, de alcancía, de automóvil,
relojes de sol, intihuatanas de piedra, big-ben de intriga policial,
todos ellos son ciegos y crueles,
uno pierde el tren lo mismo,
uno envejece igual,
y caen los alcatraces, la vida, los años gota a gota.
Sebastián Salazar Bondy
Sebastián Salazar Bondy. Escritor peruano (Lima, 1924- id., 1965). Dramaturgo, ensayista, poeta, periodista. Fue uno de los intelectuales más trascendentes en la vida cultural del Perú: promotor de jóvenes valores literarios entre estos Vargas Llosa; mostró igual inquietud para el teatro escribiéndolo o promoviéndolo en columnas periodísticas de la capital; igual empeño puso por la pintura llegando a dirigir el instituto de Arte Contemporáneo de Lima e incentivando la creación de los jóvenes valores plásticos del país. Recibió el Premio Internacional de Poesía “León de Greiff” (Venezuela) en 1960. Cultivó la poesía (Cuaderno de la persona oscura, 1946; Máscara del que duerme, 1951; El tacto de la araña y Sombras como cosas sólidas, 1960-5); narrativa (Náufragos y sobrevivientes, 1954; Pobre gente de París, 1958; Dios en el cafetín, 1963) y el ensayo (Lima la horrible, 1963). Fue, asimismo, un dramaturgo exitoso (Rodil, 1951; No hay isla feliz, 1954; Flora Tristán, 1956; Como vienen, se van, 1959; El fabricante de deudas, 1962).
2 comentarios:
Me gustó mucho el poema. Yo particularmente odio los relojes, ja. Excepto uno que había en mi casa cuando era chiquita. Era de madera labrada, muy trabajada y tenía un péndulo que hacía un sonido muy particular. Dejó de funcionar un día cualquiera. Nunca lo arrelgaron. Desde entonces mi casa-casa (como llamo a la casa donde me crié) nunca volvió a sonar igual. En fin, será cuestión de "tiempo" ;-)
Saludos!
Hola Natalia!
Te cuento: el sonido de un péndulo similar de un reloj de pared de la casa de mis abuelos, me persiguió durante años. Ahora ya ni la casa existe. En fin.
Pero en tu caso, podrías intentar recuperarlo, Buenos Aires conserva todavía unos relojeros maravillosos.
Me alegro mucho que te haya gustado el poema y gracias por la visita.
Un gusto
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