(la hoja, apenas perfilada,
del plátano, en la fronda,
sería lo mismo)
sino sus idas y venidas
¿a qué?
Camisas y bombachas,
trapos sanitarios, mierda:
¿y qué? Un pífano
podría
arrojar locamente todo
a una tierra elevada,
melódica, de unívoco
limo,
(Ah!, tropos de epifanía!).
«Pour moi, nerveux...» cundo
la destrucción; amo el perfil
evanescente del estruje
ceñido de las telas
miserable en las manos
poderosas que oprimen,
exprimen, drenan la muerte.
No la vida, su límite.
La manzana, ya comida
¿paladeada?, muerta
en sangre final, consanguínea
-tenacidad del gris-.
El dolor
sometido en la obra.
Aldo Oliva (Argentina, Rosario, 1927-2000)
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