Los primeros gladiolos se mecen en el viento,
al correr de la tarde, ya encumbrada la estación,
firmes en sus tallos de un verde tierno,
confiados a la humedad que sube de la tierra;
se mecen con una libertad que desconozco,
fuera del turbio accidente de la historia,
no tocados por la ignorancia de las pasiones;
se mecen mansamente, distraídos,
como mudos testimonios de una naturaleza sin fisuras,
de una honda verdad que no discuten.
(De: La experiencia concreta, 1990)
César Cantoni (Argentina, La Plata, Bs.As., 1951)
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