La idea liberada de la abstracción es un atributo de la poesía.
martes, 6 de julio de 2021
EL TODO, LA PARTE
Uno, bajo un arbusto de números desnudos, multiplicamos y dividimos sin poder sumar o restar en un diluvio persistente que los árabes llamaban el cero. Cero es eros uno es error dos equivocación. Bajo ese arbusto estabas vos y yo no podía acercarme. Bajo ese arbusto estaba yo y no me reconocía.
Dos, detrás de un árbol silencioso a su sombra, desnudos como aprendices de amantes cartesianos anotamos la aritmética del mundo (aritmeticae mundi), las medidas de la bola terráquea y soplamos nuestros alientos moviendo nuestras caderas tibi la tibia gimnasia que tienta a que el mundo se haga. Es extraño hablar en plural y en primera persona y en esa extrañeza de uno mismo está lo siniestro de un poema de amor, el yo plural. El sexo no es la verdad no requiere velos sino artificios que no requieren ser velados salvo que... La guerra entre los sexos no existe sino la guerra entre tal o cual persona contra este o aquel sexo tu guerra en contra de algo que no es yo pero me pertenece. La guerra entre las personas y los sexos como abstracción es una fase preliminar calculada, de la guerra entre el adentro y el afuera o sociedad perfecta. Según la ley de las pequeñas equivalencias las inversiones no son tales. Me decís que la parte es igual al todo sesenta y nueve igual a infinito, o mejor que sólo existe el todo, lo que sería cierto si la sociedad fuera una masa mística. La perspectiva desde una plaza circular muestra que no lo es nos hace ver otro tiempo, compartir la charla con filósofos que sueñan que existimos desnudos detrás del arbusto practicando la pequeña escena sin prisa. Tres, mirando el cielo arranco al arbusto un número y tengo parte de una cifra. ¿La atribuiré al cielo? ¿Al arbusto? ¿A lo que sumamos? Tengo parte de una cifra. Tengo un sí. Sólo así puedo decir, en lenguaje cifrado que odio significa amor y que si te odio te amo y no puedo. Que amor no significa odio tortuga no significa perro techo puede significar piso y que si te amo no te odio. Por la ley de las grandes simplificaciones tu camisa de seda puede quitarse y lo que sigue se puede callar. Tengo tu camisa en la mano y me la pienso poner operación dudosa que obedece a una ley distinta. Las leyes no pueden obedecerse porque una ley es menor que uno mismo salvo que la ley sea uno mismo y uno mismo seas vos, en cuyo caso... Una ley no es una regla y las reglas te pertenecen. Entre la ley y la regla está el abismo de tu persona y a la vera del abismo, desnudo termino ladeado por una tradición ajena en la que estoy inmerso, detrás de los matorrales mirando tu nombre mientras quiero mirar la cosa y no soporto lo que permitiría que éste no fuese un poema de amor.
Cuatro, vos y yo nos reconciliamos en un tercero, porque el todo no puede existir sin las partes. Los dos ancianos están dormidos, están durmiendo y ambas cosas significan lo mismo. Roncan en su sueño el ruido de la pequeña piedra que cae por la ladera sin provocar avalanchas. El milagro del uno que avanza y no arrastra a muchos. Esa paz en sus rostros indica que la guerra llegó a su fin y hubo victoria: sentir que no hubo guerra. Devenimos ellos para alcanzar eso a raíz de lo cual estamos desnudos detrás del arbusto con tus cejas agresivas y tus ojos que calculan si somos partes en esto y el todo lo autoriza. Sin ese todo no habría partes no habría número no existiríamos.
Jorge Santiago Perednik (Buenos Aires, 1952-2011)
Pueden LEER la biografía en entrada anterior del autor.
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