La idea liberada de la abstracción es un atributo de la poesía.
domingo, 1 de noviembre de 2015
TRES POEMAS FAMILIARES
BRILLANTINA
De qué amarillo es tu espíritu de tierra firme. Risa, laurel, palabra al aire. Mirada que atraviesa las miradas. No conozco el silencio en tu presencia y sé que cuando dormís tu mano sigue escribiendo sola todas las recetas que te faltan anotar. Tantos amigos de la casa la chola, vinzón, tito, silvia, gabriela, elba el ñumi, la chicha, el colita el chiquitín. Tantos papelitos con direcciones, frases, poemas y recetas para rejuvenecer. Paltas cremosas eco de carcajadas cosas doradas en los cajones cremas humectantes pintalabios. Manantial incesante, yo no se qué día fue que noté un dejo de tristeza en tu mirada. Un dejo, así, como un ademán distraído. Un dejo, que también te define mami tanto, tanto, como ese amarillo difuso que me es imposible precisar. IMPORTA, ACASO...?
Importa acaso la ubicación de los objetos en la mesa de madera en los estantes abarrotados en las sillas en el piso? ¿Importa detenerse en los detalles de la cotidianidad? ¿Importan los ademanes de las rutinas que transcurren de memoria, los espacios por donde ondea la cintura y el pelo cae sigiloso por el hombro sin que nadie lo perciba? ¿Importan las soledades de los movimientos incontables para saber un día de tu vida el más común, ese en el que revolvías la olla con el pañuelo en la cabeza, y que nunca pudiste contar por escrito porque el apuro del día no te dio espacio para pensar en los nietos que iban a querer saber de vos un día cualquiera de tu vida, Margarita? INCONDICIONAL
No sé si habrías podido prever este viento de otoño cuando corrías más rápido que una liebre para despuntar el vicio. O para satisfacer al abuelo, que te tomaba el tiempo con su reloj dorado en la esquina de Salta y Bolivia para comprobar que siempre llegabas antes del tiempo que aprueba la lógica. Somos todos indivisibles. Aún así podemos imaginar que salimos volando por la ventana, como en un cuadro de Marc Chagall. Eso pudiste saberlo después, cuando la vida trajo todo lo que no podemos medir. A veces te hablo y murmurás números con la mirada. Las palabras, pero también el cálculo de álgebra flotan en la habitación. Me hacés preguntas que no puedo o no sé contestarte, van quedando sobre la mesa, al lado de los apuntes. Casi todas se diluyen en el aire. La birome que usás se desliza como agua por los renglones. Mirá si te viera el abuelo. Sacaría el cronómetro para medir el tiempo en segundos. Yo sigo acá. Y te miro tratando de entender tanta pasión. No se me ocurre ninguna respuesta salvadora. Llega el viento de otoño (pareciera que para siempre), y desordena hasta las cuentas mejor ordenadas. Flotando por la ventana entra una brújula que brilla entre tanta tiza blanca esparcida. Y nos consuela señalando que no todo es incierto. Cecilia Figueredo (Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1976)
>"La familia feliz", pintura de Eugenio Zampighi – La familia feliz
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