La Rita tiene que tiene
tal meneo cuando anda,
que arriba mueve los senos
y que abajo las enaguas.
La nariz tiene picuda
y la mejilla picada,
y una melena cortita
de greñas tristes y lacias
en que clava una peineta,
cual su boca, desdentada.
Azares de su destino
la trajeron a esta casa,
que es hermana de escribanos
que en el pueblo lucen chapa.
En algún lance le hicieron
rosa viva las entrañas,
y en su cuidado dispersa
casi todo lo que gana:
mas la que le tiene el chico
se bebe lo que le mandan
sin que se atreva a quitárselo
por la mucha confianza.
La libreta de almacén
es su pesadilla diaria.
Ella divide mensuales
y los reúne en la cama,
pero un peoncito tierno
es quien la tiene chiflada,
cuya flor cortó una noche,
más que tijera, guadaña.
Ella enzarza las sirvientas
cuando vienen a la estancia,
con cuatro guiños osados
y jejenes de palabras.
Es escoba de galpones,
aceitera de las máquinas,
en las tinieblas del monte
o murciélago o torcaza.
Y ojo de las cerraduras,
rendija de las ventanas
y ventarrón de las puertas
por si pispa lo que pasa.
Calzada de zapatillas,
con las medias arrugadas,
al filo de la nariz
la lechuza de las gafas,
vuela por los corredores
muy jarifa y entonada,
dando al mate del patrón
alguna que otra chupada.
Baldomero Fernández Moreno (Buenos Aires, 1886-1950)
IMAGEN: Dibujo del personaje "la Mulatona", de Caloi.
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