La mañana de hoy, mientras el aire que respiro es inmediato, insípido
como el smog del cielo de Los Ángeles, despierto envuelta en las sábanas de una cama ajena, asustada y cansada del sueño en el que traté de cruzar una vía de tran en texi y no pude, quedé a medio camino. Como subir, subir y subir por una montaña inmóvil, y a cada paso afirmar mal el talón o las manos y hacer que caigan pedruscos, la cima tan lejos y tan cerca, el corazón latiendo en la cabeza. Como los ojos el mundo en un mundo sin las jerarquías de la ciudad -por ejemplo un puesto de campamento-y no ser capaz de dejar una nota como el poema de Foguet:
No te conozco y no me conoces
pero he dormido en tu cocina de piedra
al resguardo del hielo y de la niebla
y he quemado un poco de la reserva
de yareta (el único combustible
de que dispones a esta altura, lo sé)
y todavía mi ropa está impregnada
con su hume resinoso y tampoco
me perdono no haber tenido una ginebra
para dejarte bajo el techo tiznado
para las noches apenas más cálidas
y hondas que te tendrán aquí,de nuevo,
junto al olor de los pastos
y el goteo más decidido y saludable
de la vega
(...)
Bárbara Belloc (Argentina, Buenos Aires, 1968)
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