EL CANSANCIO NACIONAL no se puede
explicar con palabras. Dejar que el sopor de la tarde se aquiete.
Dejar que la música aminore. Ver pasar el cadáver de
uno mismo. Decir la palabra abedul como un sorbo de té.
Palpar la madera de la mesa que una vez fue árbol. Que
la sentencia venga como un río. Como un río de los de
antes.
Y PENSAR QUE ESTE OLOR VIENE DE LOS GENITALES del
almizclero y que ahora se mezcla con el agua de tu sexo
como si el incienso y el cielo raso fueran uno solo.
Un humo que delira y jadea.
Que jadea y delira.
Delira. Jadea.
HACER CAMA. Voltear el reloj. Derrota del mes, la
semana, la jomada laboral. Acompañados de los fieles
libros. Tapiar con corcho puertas y ventanas. No
escuchar cuando Marcel venga a tomar el Té de las
cinco. Hacer cama. Quedarnos así, indeterminados.
Hacernos el dormido para ver el homenaje que no nos
hacen. Dormir la totalidad. Hacer cama hasta que la
vida nos despierte.
SOBRE UNA ESTERILLA de esparto mi padre colocaba
hojas de tabaco y de vez en vez las rociaba con agua.
El asma le visitó con harta frecuencia. De esas cosas
hablamos una vez en un hospital mientras yo le colocaba
esferas azules a sus pies. Esas esterillas ya no se hacen,
me dijo. De estas cosas me acuerdo ahora que camino,
como Jesús, no sobre las aguas, pero sí con sandalias de
esparto. Sin fumar. Sin asma. Sin rencor.
UNA HEBRA de azafrán encima de la mesa recuerda
que terminó la navidad.
Pongo la vajilla en la salida de aIre y salgo a la calle.
Mínimos gestos que me regala el fin de año.
RETAHÍLA DE MUJERES RUBIAS de mujeres rubias.
Como una Cadena Internacional de Postales. Una ringlera de mujeres
parecidas a mi mujer. Una sarta de mujeres de Botero
que no caben en la habitación. Serie de Dalí: Mujer
y reloj. Mujer y esperma. Un conjunto sonoro y menstrual
a las puertas del cielo. Sucesión de nalgas. Acervo &
Boceto en la noche del solo.
MI HERMANA DANZABA SOBRE LA HARINA. Pesaba el molino
y la piedra de triturar los granos.
En las sucedidas tardes nos sentábamos. Las mazorcas
llegaban con la delicadeza de un canto.
Como si fuera un pastel de hojaldre eran las obleas.
Finas láminas al centro de la mesa. Encima de ellas
mi hermana. La danzarina. La que ya no está.
ATERIDOS POR EL FRÍO DE LOS AÑOS los ancianos de mi
edificio salen a tomar el sol. Dicen que añoran cuando
nevaba en nuestro país y las barredoras despertaban
al vecindario con el zumbido de sus paletas. Pero eso
fue hace tiempo. Cuando teníamos nieve y los ancianos
de ahora eran unos muchachos que se querían comer
el mundo y las frutas de estación. Frente a estas
realidades yo me quedo mudo. Sin nieve. Sin manzana.
Sin palabras.
(Del libro homónimo,
Editorial Oriente, 2019,
Gentileza de Fernando Belottini)
Reynaldo García Blanco (Sancti Spiritus, Cuba, 1962)
Pueden LEER la biografía y más poemas en entrada anterior del autor.
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