¿Puede volver a lo que está podrido
la lozanía y fuerza original?
¿volverá a la mejilla marchitada
el alegre color del primer beso,
resonará en el pecho quieto y frío
el latido vital, signo del miedo,
el paciente alfarero hará su obra
cuando su propia carne sea el barro?
¿qué cantará el poeta entre las altas
murallas del silencio cuando sea
su propia boca gota de silencio?
¿a los ojos cerrados para siempre
podrán volver las lágrimas ligeras?
¿podrán volver los sueños a la carne
de los pálidos muertos, que se pierden
en tierra, como el agua en el desierto?
¿Y qué podrán soñar? ¿Acaso un sueño
tan terrible, tan torpe, tan mentira
que parezca la vida, con su carga
de jerarquías,de hambre,de dinero?
Jamás podrán sufrir fuera del mundo
cual sufrieron aquí. Tal vez no sufran...
Y ese es el pavor ciego de la muerte
porque aquel que no sufre ya no tiene
sed de justicia, ni esperanza ni fe.
Yo sé que los felices están muertos.
¿Acaso es el terror de lo ignorado?
¿el viaje para el cual nunca existieron
pilotos ni se saben derroteros,
el viaje para el cual todos tenemos
una ignorancia de recién nacido
y una muda y purísima inocencia?...
¡No por Dios!¡por el Dios que no veremos!
siempre vivir en lo que se conoce,
sin la renovación de la sorpresa
es dejar de vivir, y lentamente
cerrar las puertas del castillo en fiesta,
de la fiesta mentida como todas.
¿Quién que ya está en la muerte, quién quisiera
repetir otra vez lo que antes hizo,
recorrer otra vez los mismos días,
vivir como vivió? ¿quién es tan muerto
que lo llegue a desear? ¿quién es tan muerto
que no sienta el cruel remordimiento
de casi todo lo que hizo en esta
vida que encuentra en la oportuna muerte
las manos que le cubren la vergüenza?
No es el terror de lo desconocido.
Soñar... soñar... pero, ¿soñar qué cosa?
que tenemos deseos, como siempre
atormentadamente insatisfechos
y engendrándose unos a los otros
como olas. La sed de los deseos
es sed de arena ardiente y sed de arena;
o soñar que nos aman, pero nunca
estar seguros del amor humano;
soñar que alguna gratitud es larga,
o lo que hoy no hicimos lo podremos
hacer mañana; que el hogar es siempre
un coro de armoniosos corazones:
que la austera honradez jamás fatiga
cual peso de difícil armadura...
No; no; todo es vivir; eso es vivir;
pero el triunfo sublime de la muerte
es no poder soñar, jamás soñar ...
¡Sentir que nuestro espíritu va a cerrar
como un buque perdido, como un buque
desmantelado, sobre un mar sin playas,
en el cual nunca más encontraremos
aquellos otros buques, ¡ay! fantasmas
que en un puerto de luz tenían nombres
de esposas y de madres...Entregar
como un óbolo justo, esta cabeza
que sollozó de amor y de esperanza,
entregarla a una mano codiciosa
de la cual es el tiempo mudo esclavo.
¿Qué valor, qué sentido, esta cabeza
tiene en el mundo? Esta cabeza; hueso,
hueso, madera, hierro, carne o piedra,
¿qué importa lo que es o lo que sea?
si todo tiene un mismo y solo fin:
hueso, madera, hierro, carne, piedra...
Enrique Banchs (Buenos Aires, 1888-1968)
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