Ahora es lo que pesa. El dolor allí donde antes hubo dicha. Lo amargo de una fruta que antes supo la más jugosa y dulce de su especie. Lo que de ser veneno mata con esa lentitud que te hace dialogar con el verdugo. Lo que de ser verdugo lleva el rostro y el perfume del que amas y viene a indigestarte. Lo que de haber sido sonrisa ya es la mueca, es el espasmo. Lo que no más fuese el elixir, vuelto hiel como cicuta en las entrañas. Lo que no tiene remedio. Eso que está lejos de cualquier bálsamo. Lejos de toda compasión, toda palabra bienhechora, porque la ternura de otra fuente nunca alcanza y es infierno después de tanto cielo. Lo que a pesar de tanto infierno es una espada congelada rompiéndote de frío, y mucho más que todo eso. Lo que uno siente que es mejor no haber tenido paz; ni haber bailado con lo más deseado de la fiesta, o haber comido de su plato hasta saciarse nada mas que con las migas, vaciando una tras otra las botellas del más franco de los vinos.
Lo que antes de tan breve fue un suspiro, vuelto ahora bocanada sin aire en los pulmones. Lo que lejos de querer ser vade retro , maldición, un acto despreciable, es pura pena por saber lo que nos falta. Un acto irremediable de conciencia con piadosa mentira, haciéndote decir que ahora has aprendido; que es mejor ser un estoico, un ermitaño, un desalmado, un cero, alguna piedra, cualquier cosa menos la pasión; cualquier objeto menos la sangre. Porque nadie está dispuesto a resistir tanta tragedia, tanta sombra en lo inmenso de la noche, y lo que es peor: nada es tan grande como este malestar que nos aqueja, que solo hay un brebaje capaz de disiparlo, y es el mismo veneno que lo trajo.
(Inédito)
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